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domingo, 22 de abril de 2012

DICTADO CURSOS 2012 - MAYO


"LA AVENTURA DEL CONOCIMIENTO Y DEL APRENDIZAJE." A. Dolina

La velocidad nos ayuda a apurar los tragos amargos. Pero esto no significa que siempre debamos ser veloces. En los buenos momentos de la vida, más bien conviene demorarse. Tal parece que para vivir sabiamente hay que tener más de una velocidad. Premura en lo que molesta, lentitud en lo que es placentero. Entre las cosas que parecen acelerarse figura -inexplicablemente- la adquisición de conocimientos.
En los últimos años han aparecido en nuestro medio numerosos institutos y establecimientos que enseñan cosas con toda rapidez: "....haga el bachillerato en 6 meses, vuélvase perito mercantil en 3 semanas, avívese de golpe en 5 días, alcance el doctorado en 10 minutos....."

Quizá se supriman algunos... detalles. ¿Qué detalles? Desconfío. Yo he pasado 7 años de mi vida en la escuela primaria, 5 en el colegio secundario y 4 en la universidad. Y a pesar de que he malgastado algunas horas tirando tinteros al aire, fumando en el baño o haciendo rimas chuscas.

Y no creo que ningún genio recorra en un ratito el camino que a mí me llevó decenios.

¿Por qué florecen estos apurones educativos? Quizá por el ansia de recompensa inmediata que tiene la gente. A nadie le gusta esperar. Todos quieren cosechar, aún sin haber sembrado. Es una lamentable característica que viene acompañando a los hombres desde hace milenios.

A causa de este sentimiento algunos se hacen chorros. Otros abandonan la ingeniería para levantar quiniela. Otros se resisten a leer las historietas que continúan en el próximo número. Por esta misma ansiedad es que tienen éxito las novelas cortas, los teleteatros unitarios, los copetines al paso, las "señoritas livianas", los concursos de cantores, los libros condensados, las máquinas de tejer, las licuadoras y en general, todo aquello que ahorre la espera y nos permita recibir mucho entregando poco.

Todos nosotros habremos conocido un número prodigioso de sujetos que quisieran ser ingenieros, pero no soportan las funciones trigonométricas. O que se mueren por tocar la guitarra, pero no están dispuestos a perder un segundo en el solfeo. O que le hubiera encantado leer a Dostoievsky, pero les parecen muy extensos sus libros.

Lo que en realidad quieren estos sujetos es disfrutar de los beneficios de cada una de esas actividades, sin pagar nada a cambio.

Quieren el prestigio y la guita que ganan los ingenieros, sin pasar por las fatigas del estudio. Quieren sorprender a sus amigos tocando "Desde el Alma" sin conocer la escala de si menor. Quieren darse aires de conocedores de literatura rusa sin haber abierto jamás un libro.

Tales actitudes no deben ser alentadas, me parece. Y sin embargo eso es precisamente lo que hacen los anuncios de los cursos acelerados de cualquier cosa.

Emprenda una carrera corta. Triunfe rápidamente.

Gane mucho "vento" sin esfuerzo ninguno.

No me gusta. No me gusta que se fomente el deseo de obtener mucho entregando poco. Y menos me gusta que se deje caer la idea de que el conocimiento es algo tedioso y poco deseable.

¡No señores: aprender es hermoso y lleva la vida entera!

El que verdaderamente tiene vocación de guitarrista jamás preguntará en cuanto tiempo alcanzará a acompañar la zamba de Vargas. "Nunca termina uno de aprender" reza un viejo y amable lugar común. Y es cierto, caballeros, es cierto.

Los cursos que no se dictan: Aquí conviene puntualizar algunas excepciones. No todas las disciplinas son de aprendizaje grato, y en alguna de ellas valdría la pena una aceleración. Hay cosas que deberían aprenderse en un instante. El olvido, sin ir más lejos. He conocido señores que han penado durante largos años tratando de olvidar a damas de poca monta (es un decir). Y he visto a muchos doctos varones darse a la bebida por culpa de señoritas que no valían ni el precio del primer Campari. Para esta gente sería bueno dictar cursos de olvido. "Olvide hoy, pague mañana". Así terminaríamos con tanta canalla inolvidable que anda dando vueltas por el alma de la buena gente.

Otro curso muy indicado sería el de humildad. Habitualmente se necesitan largas décadas de desengaños, frustraciones y fracasos para que un señor soberbio entienda que no es tan pícaro como él supone. Todos -el soberbio y sus víctimas- podrían ahorrarse centenares de episodios insoportables con un buen sistema de humillación instantánea.

Hay -además- cursos acelerados que tienen una efectividad probada a lo largo de los siglos. Tal es el caso de los "sistemas para enseñar lo que es bueno", "a respetar, quién es uno", etc.

Todos estos cursos comienzan con la frase "Yo te voy a enseñar" y terminan con un castañazo. Son rápidos, efectivos y terminantes.

Elogio de la ignorancia: Las carreras cortas y los cursillos que hemos venido denostando a lo largo de este opúsculo tienen su utilidad, no lo niego. Todos sabemos que hay muchos que han perdido el tren de la ilustración y no por negligencia. Todos tienen derecho a recuperar el tiempo perdido. Y la ignorancia es demasiado castigo para quienes tenían que laburar mientras uno estudiaba.

Pero los otros, los buscadores de éxito fácil y rápido, no merecen la preocupación de nadie. Todo tiene su costo y el que no quiere afrontarlo es un garronero de la vida.

De manera que aquel que no se sienta con ánimo de vivir la maravillosa aventura de aprender, es mejor que no aprenda.



Yo propongo a todos los amantes sinceros del conocimiento el establecimiento de cursos prolongadísimos, con anuncios en todos los periódicos y en las estaciones del subterráneo.

"Aprenda a tocar la flauta en 100 años".

"Aprenda a vivir durante toda la vida".

"Aprenda. No le prometemos nada, ni el éxito, ni la felicidad, ni el dinero. Ni siquiera la sabiduría. Tan solo los deliciosos sobresaltos del aprendizaje".

ALEJANDRO DOLINA

viernes, 6 de abril de 2012

A los padres y futuros padres de hoy......



"Nos quedamos sorprendidos, cuando nos damos cuenta en periódicos o radio, que el sicario asesino no superaba los 18 años, o cuando leemos que los cuerpos de los 3 o 4 ejecutados, correspondían a adolescentes de hasta 14 años de edad"

Frente a lo anterior, el psiquiatra dominicano César Mella, hizo publicar el siguiente trabajo, que creo que a todos los que somos padres, o seremos abuelos algún día, nos debe interesar. El texto que me llegó suscrito por el doctor Mella, es el siguiente:


Yo me preguntaría y plantearía la siguiente pregunta: ¿cómo eduqué o estoy educando a mis hijos? ¿Qué valores inculco o inculqué a mis hijos?

A los jóvenes de este siglo
hay que llamarlos varias veces en la mañana para llevarlos a la escuela y, digo llevarlos porque no tienen que tomar el colectivo o caminar larguísimas distancias para llegar a ella.

Se levantan generalmente irritados
porque se acuestan muy tarde, viendo televisión por cable, jugando con la playstation, hablando o enviando mensajes por teléfono o chateando por la Internet.

No se preocupan de que su ropa esté limpia y mucho menos en poner un dedo en nada que tenga que ver con arreglar algo en el hogar.


Tienen los juegos y equipos digitales más modernos del mercado: Ipod, blackberry y computadora no pueden faltar, como tampoco el pago por su actualización.

Hoy los hijos, muchas veces sin merecerlo, presumen del celular más novedoso, el más costoso, la laptop más equipada.

Nada les costó, y si se descomponen, bueno, para eso estamos los padres, no faltaba más. Hay que pagar la reparación a la brevedad y sin chistar.

Idolatran amigos y a falsos personajes de realities de la TV.
 

¡Ah! pero viven encontrándole defectos a los padres, a quienes acusan a diario de que sus ideas y métodos están pasados de moda.

Se cierran automáticamente a quien les hable de:
moral, honor y  buenas costumbres, y mucho menos de religión. Lo consideran aburrido. Ya saben todo y, lo que no ¡Lo consultan en internet!

Nos asombramos, porque los sicarios cobran cuotas sin trabajar por ellas, cuando a nuestros hijos los acostumbramos a darles todo incluso su cuota semanal o mensual sin que verdaderamente trabajen por ella, y todavía se quejan porque eso no me alcanza.

Si son estudiantes, siempre inventan
trabajos de equipo o paseos de campo, que lo menos que uno sospecha, es que regresarán con un embarazo, habiendo probado éxtasis, coca,  marihuana o cuando mínimo alcoholizados.

Y cuando les exiges lo más mínimo en el hogar o en la escuela, lejos de ser agradecidos te contestan, con desfachatez: yo no pedí nacer, es tu obligación mantenerme o quien les manda andar de calientes (y cosas así cuando no te mandan lisa y llanamente a la mierda).



Definitivamente estamos jodidos, pues la posibilidad de que hagan su vida independiente se aleja cada vez más, pues aún graduados y con trabajo, hay que seguir manteniéndolos, pagándoles deudas, servicios y hasta los partos de sus hijos.



Con lo anterior, me refiero a un estudio que indica que este problema es mayor en chicos de la sociedad de clase media o media alta, que bien pudieran estar entre los 12 y los 28 años, sí, es correcto, ¡28 años o más! ¿lo pueden creer? y que para aquellos padres que tienen de dos a cuatro hijos constituyen un verdadero dolor de cabeza.

¿Entonces en qué estamos fallando?



Yo sé, dirán que los tiempos y las oportunidades son diferentes, pues para los nacidos en los años cuarenta y cincuenta, el orgullo reiterado era levantarse de madrugada a ordeñar las vacas con el abuelo; que tenían que ayudar a limpiar la casa; 
no se frustraban por no tener vehículo,  andaban a pie a donde fuera,  siempre lustraban sus zapatos,  los estudiantes no se avergonzaban de no tener trabajos gerenciales o ejecutivos, y a
ceptaban trabajos como limpiabotas y repartidores de diarios  y aunque sus padres tuvieran manera de darles gusto,ellos madrugaban gustosos los sábados a lavar los autos de los vecinos y así ganar dinero para invitar a salir a la novia.a



Lo que les pasó a nuestras generaciones, es que elaboramos una famosa frase que no dio resultado y mandó todo al diablo:

“¡Yo no quiero que mis hijos pasen los trabajos y carencias que yo pasé!



Nuestros hijos no conocen la verdadera escasez, el hambre.
Se criaron en la cultura del desperdicio: agua, comida, luz, ropa, dinero.

Muchos de  nuestros hijos, a los 10 años ya habían ido pasear a la costa,  montado en avión, viajado con amigos incluso al exterior.  A nosotros nos costó trabajar mucho para poder tener una de las tres oportunidades.



El “dame” y el “comprame”,  siempre fue generosamente complacido convirtiendo a nuestros hijos en habitantes de una pensión, con sirviente/a y todo incluido, que después intentamos que funcionara como hogar.



Es alarmante el índice de divorcios que se está generando,
van a la conquista de su pareja y vuelven al hogar sólo unos meses más tarde divorciados, porque la cosa no funcionó: ninguno de los dos quiere servir al otro en su nueva vida. 



Como nunca batallaron en la casa con sirviente incluido, ya en el hogar que forman, a las primeras carencias tiran la toalla y regresan a la casa para que la mamá y el papá continúen resolviéndoles la vida



Este mensaje es para los que tienen hijos  y que pueden todavía moldearlos, edúquenlos con principios y responsabilidades, háganles el hábito de ser agradecidos.



Háganles el hábito de saber ganarse el dinero con honestidad, la comida, la ropa, el costo de la estancia en la casa en la cual no aportan para el pago de servicios.  



Háganles saber lo que cuesta cada plato de comida, cada recibo de luz, agua, alquiler.

Háganles sentir en su casa cómo se comportarían ustedes en casa ajena cuando van de visita. Por ese domingo o la cuota que deben pagar semanal o mensual, cuando van de vacaciones. 



Edúquenlos en la cultura de la correspondencia y el agradecimiento. Que los sábados o domingos laven el auto,  ayuden a limpiar la casa, NO SU CUARTO, esa debe ser obligación de siempre sin pago de por medio, (sin distinción de sexo). 



Háganles la costumbre de limpiar sus zapatos, de que paguen simbólicamente por todo lo que gratuitamente reciben, implántenles la ideología de ameritar una especie de beca escolar que ustedes pagan, y  por la que ellos no pagan ni un centavo, eso puede generar una relación en sus mentes trabajo=bienestar.



Que entiendan que asistir a la escuela, es un compromiso con la vida, que no es ningún mérito solamente asistir a ella, y que de la responsabilidad con que cumplan ese compromiso, dependerá su calidad de vida futura. Todos los niños deben desde temprano aprender a lavar, planchar y cocinar, para que entiendan la economía doméstica  y sepan actuar, en tiempos que podrían ser más difíciles. 



Cuida lo que ven y ves con ellos en la televisión, y evita caer en el vicio social llamado telenovelas,  los videojuegos violentos,  la moda excesiva  y toda la electrónica de la comunicación, que han creado un marco de referencia muy diferente al que nos tocó. 

Cuando tengas que corregirlos: aconséjalos, dialoga con ellos, no los ofendas, no los reprendas en público.  

Si lo haces, nunca lo olvidarán. Nunca te lo perdonarán. 



Estemos comprometidos a revisar los resultados, si fuimos muy permisivos, o sencillamente hemos trabajado tanto, que el cuidado de nuestros hijos queda en manos de las empleadas domésticas y en un medio ambiente cada vez más deformante. 



Ojalá que este mensaje llegue a los que tienen la oportunidad de cambiar o hacer algo al respecto. Ya los abuelos pagaron. Nosotros estamos pagando con sangre la transición.



Que cada quien tome lo que le corresponda.  Que haga lo que pueda y quiera.  

Recuerda que para que triunfe el mal, solo se necesita que la gente buena lo permita…



Saludos. César Mella